Xana
О любви
8 сен 2018
Como una rosa cortada que solo puede servir para la contemplación insensata y está muriendo en un jarrón de cristal lleno de agua fría, «el amor» que está unido solo a la corporeidad (la imagen deseada del cuerpo y la apariencia del objeto amado) no puede sobrevivir. Con el tiempo los pétalos aterciopelados de rosa empiezan a ponerse marchitos y pálidos, y cuando quieres tocarlos, no puedes sentir lo que sentías antes. Se descomponen sin dejar una marca o dejan solo los recuerdos fugaces de belleza efímera que no significa nada. Los sentimientos con «los pies en la tierra» se ponen enfermos, se pudren, mueren más pronto, y al fin y al cabo todo lo que traen es el sufrimiento profundo y dolor moral en el fondo.
Tenía dos amores en mi vida. El primer amor era muy apasionado, histérico, repugnante, pegajoso, nauseabundo, pero memorable y muy excitante. Mi novio era al mismo tiempo como la podredumbre y la flor que usa esta carroña como un excelente fertilizante para crecer: sin compasión y empatía por mí, pero muy misericordioso por los demás. Mi rosa cortada tenía la apariencia que me gustaba patológicamente durante muchos años: su delgadez y altura, los dedos largos y delgados como los de pianista, los ojos mórbidos, líquidos, pero incomparablemente grandes, los pómulos muy prominentes y altos, la tez oliva y sus preciosos dientes blancos que están perfectamente alineados (todavia los veo en mis pesadillas). Era mi Berenice en el cuerpo de un hombre y con el alma llena de gusanos metafóricos. Su belleza asquerosa era la única cosa que me interesaba. Y él no podía darme más, porque no tenía nada más. Nuestras relaciones eran como un bosque de conversaciones sin sentido, conflictos interminables, peleas constantes y etc.; rodeados de la tormenta de pasión, erótica e ira, ira, ira... Al fin y al cabo, todo terminó: con un escándalo, con un afecto rasgado en pedazos, con la sobredosis en una de mis últimas fiestas, con la muerte moral... con algo más siniestro y oscuro que fallecimiento. Como siempre sucede cuando las emociones incontroladas, instintos y sentimientos patéticos prevalecen sobre la razón y prudencia.
Mi segundo amor era completamente diferente: muy tímido, frágil, platónico, pero al mismo tiempo muy dramático y desconectado de la realidad. Tal vez, la primera vez en mi vida he visto la expresión del amor verdadero al más alto nivel posible. Era el amor en el mundo de las ideas, la expresión más exquisita del espíritu humano, que era muy difícil de explicar. Al principio me daba rabia que él fuera mejor que yo en todo: desde la apariencia hasta el conocimiento de los principios de las ciencias ocultas. Pero esta envidia fue reemplazada por la admiración y asombro, cuando por fin decidí aceptar lo que sentí. En otras palabras, yo tenía dos fases: la primera era la negación y la segunda era la aceptación. La segunda fase reemplazó a la primera en un instante. Al mirar a sus ojos más negros y profundos en mi vida, vi la eternidad. Me gustaría pensar que nos parecemos como dos cisnes negros en un lago lleno de cisnes blancos; que la exclusión de la sociedad nos ha dado la habilidad de adaptarnos y ver la conexión entre cosas aparentemente distintas y ocultas. Él era la rosa con unas espinas muy largas y afiladas y decidí no tocarla.
La devoción era como el vacío. Los sufrimientos eran tan profundos que mi percepción de las cosas era menos que fiable en aquella época, pero, sin embargo, esta experiencia era extraordinariamente enriquecedora y satisfactoria. Pensé que iba a morir del paroxismo de éxtasis, reflexionando y pensando en nuestras vidas, que, tal vez, se hubieran cruzado una vez antes.
El arte y el amor. Para mi siempre han sido prioritarios, el significado de la vida. No puedo imaginar mi vida completa sin uno de estos dos componentes. Es algo intrínseco, pero al mismo tiempo algo que puede existir en formas diferentes. Vi en el amor platónico la fuente de inspiración. Ahora el arte y el amor se complementan entre sí; son inseparables, una aleación metafórica. Y mi rosa con espinas existe en todas mis creaciones directamente e indirectamente, completa, intocable, llena de su belleza primigenia. Y es todo lo que importa, me gustaría prolongarlo hasta el momento en el que estaremos juntos en el punto de la singularidad, uniéndonos a la gran obra.
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